Rioja Filarmonía lleva el ciclo sobre las obras del compositor riojano para este instrumento a la Parroquia de Sazajarray al Museo del Torreón.
En términos eminentemente descriptivos, el acordeón se define para los profanos como un instrumento musical que basa su capacidad de emitir sonidos armónicos en la proyección del aire generado por un fuelle y cribado a través de un diapasón y dos cajas armónicas de madera, dejando que ajuste su tonalidad gracias a las teclas que, en algunos modelos con formato de piano a la derecha y circular en la izquierda, permiten al intérprete recrear varias escalas y melodías con aquéllas, y hasta acompañar a la sintonía principal con bajos rítmicos o acordes con éstas.
Aunque, como en tantos otros, lo más revelador de su peculiarísima personalidad reside en el alma que subyace entre sus piezas y sólo sabe extraer de él quien se abraza a su estructura para contraerlo o estirarlo hasta el infinito para provocar sensaciones.
En las calles de París parece arropado de nostalgía. En muchas regiones españolas, donde es especialmente popular, para definir el perfil festivo de sus gentes. Lo hace en el País Vasco, Navarra, Asturias, Cantabria, Galicia, el norte de Castilla y León, y también en La Rioja, donde contó con el inestinable apoyo de un aliado fundamental, el compositor Fermín Gurbindo que se encargaría no hace demasiados años de probar las virtudes que le convertían, además, en instrumento académico y sinfónico.
De todo eso, y de mucho más, trataron los encuentros que Rioja Filarmonía programó este fin de semana en la Parroquia Santa María de la Asunción de Sajazarra, el sábado, y el Museo del Torreón, ayer.
Fue Eduardo Chavarri el que se encargó de explicar, en ambos casos, cómo el acordeón «se ha ido convirtiendo a lo largo del siglo XX en un instrumento que ha abierto su campo de acción, de las diferentes músicas populares a las salas de conciertos, auditorios y estudios de enseñanzas artísticas oficiales», gracias a la aportación realizada por el músico riojano, que «no dudó en desarrollar un repertorio de carácter académico sin dejar de lado su vertiente más popular y hogareña».
Y Alejandro Ares el que consiguió que ambos mundos, tan aparentemente distanciados, se fundiesen en cada uno de los dos conciertos promovidos por la entidad musical riojana y con base en Haro.
Fue él quien extrajo el alma que sobrevive en el fuelle para trasladar al auditorio la magia de los tres bloques temáticos en los que se agruparon las partituras elegidas, en este caso. Desde las músicas relacionadas con el folclore, como ‘El furacu del Trasgu’ (música popular asturiana) y ‘Aquí Logroño’ (jota de concierto de Fermín Gurbindo), hasta las composiciones de carácter académico que se ajustan al perfil del ‘Preludio y fuga en Mi menor’ de Bach, el ‘Vals en la menor’ de Chopin, la ‘Fantasía para acordeón’ de Fermín Gurbindo o ‘La milonga del ángel’ y ‘La misma pena’ de Piazzola. Sin olvidar las creaciones relacionadas con la faceta didáctica que el músico riojano enriqueció con la composición de pequeñas piezas para jóvenes alumnos que el acordeonista interpretó en los dos escenarios para cerrar su actuación con el visionado del fragmento de la película ‘El Sur’ de Víctor Erice en la que sale tocando Gurbindo y los ‘Suspiros de España’, la mejor propina para una cita tan especial.
Artículo de:
ROBERTO RIVERA Lunes, 9 diciembre 2019, 13:01
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